En el año 1894, Saint Saud publicaba en Le Tour du Monde el artículo Aux Pics D'Europe. En este artículo se mostraba un grabado basado en una fotografía de M.Olavarría en la que se aprecia el Balneario de la Hermida.
Saint Saud ya describía en el mismo artículo las excelencias de este establecimiento, aunque es posible que se haya quedado corto en los beneficios que estas aguas producen a quienes tengan el honor de disfrutarlas.
Quizá el que su visita se realizase al poco tiempo de la inauguración (1883), influyese en este detalle, aunque bien es cierto que las propiedades curativas de estas aguas ya eran conocidas desde hacía años.
Pablo Seco Piñeres, director de las termas, ya declaraba por el año 1845 las bondades de estas aguas, que afloraban a 45º reaumur de temperatura, para prevenir entre otros, el cólera-morbo de oriente. Para ello invitaba a sus posibles clientes a visitarle en el periodo estival que comprendía desde el 1 de julio al 30 de octubre.
Por el año 1887 las tarifas variaban desde los 20 reales para las mesas de primera hasta los 12 para las mesas de segunda. Del mismo modo las habitaciones tenían un coste por día que iba desde los 6 reales hasta los 16 para las modalidades más lujosas. P0r entonces ya no era necesario sacar el agua con cubos dado lo inaccesible del manantial.
Estas aguas, tal como rezaba la propaganda de por entonces eran las más termales de España, por su rico contenido en cloruro de sodio y por la gran cantidad de iodo que se encontraba en sus cuerpos mineralizadores. Estas características las hacían perfectas para el tratamiento rápido de afecciones gotosas y reumáticas. Sus beneficiosos llegaban incluso a los estadios segundo y tercero de la sífilis, a curar parálisis y tumores que la medicina ya daba por incurables. Superaban en beneficios a los baños marinos, tal como se recomendaba a los médicos de por entonces, si querían ver a sus clientes regresar sin molestias a sus casas. Sin duda, una fuente de salud...
En la Hermida...en 1845...
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