martes, 29 de julio de 2008

El ejército en el Torrecerredo


…llegamos a Poncebos. Aquí nos topamos con el guardia nacional Alfonso Martínez, el “técnico” del Naranjo de Bulnes, hábil maestro para cuantas travesías se realicen por estos macizos. Esperaba una expedición gijonesa del Club Montañero “Torrecerredo”, que había de guiar a la cumbre, y a ella nos agregamos.
Con el fin de “matar “la tarde se decide subir a Bulnes y esperar allí al grupo. Pasado el túnel de la carretera en construcción (proyecto que alcanza hasta Valdeón) se toma a la izquierda un camino que nos cruza el Cares por el puente la Jaya, y por otro de rollizos nos coloca en la muralla izquierda del río Bulnes. El camino, que más parece una senda, tiene su encanto particular, pues trazado con esa maña e ingenio propio de los habitantes de Picos, está materialmente colgado del abismo y va “escalando” la muralla hasta alcanzar el lugar conocido por las “Salidas”, lugar verdaderamente impresionante. Después el camino pierde emotividad y nos conduce frente a Bulnes, que colgado entre unas rocas se alcanza después de un fuerte repecho; el tiempo de recorrido es cómodamente de noventa minutos. Ya oscurecido, llega el grupo montañero con el problema de cobijarse, pero la habilidad de Alfonso utilizando una “tenada” nos dejó en disposición de reparar unas horas de sueño.

Día 7. Bulnes-Torre de Cerredo (2.642)-Puente Poncebos.- Poco peso en la mochila, con lo indispensable para reparar energías en dos comidas; se sale de Bulnes a las cinco, aprovechando la luna, tomando, junto a la primera casa en dirección este, un camino de buen piso, en un principio de marcada pendiente, hasta alcanzar una campera, la cual se atraviesa para atacar una brusca subida hasta alcanzar el Collado de Amuesa, que nos sitúa a 1.397 metros sobre el nivel del mar cuando el reloj marcaba las 7, 10 horas; hasta ahora el camino sube por una angosta vaguada formada por dos murallones: el de la derecha baja de los puertos de Amuesa, y el de la izquierda, de las cresterías del Bollo.
En Amuesa una serie de praderías, donde apacienta de mayo a septiembre abundante ganado vacuno; en las cabañas notamos que no se apaga el fuego durante la noche, pues el frío es intenso.
Desde estos puertos divisamos hacia el sur, entre unas agudas crestas, la torre que el sol ilumina con cierta vistosidad; más nuestra vista no alcanza a comprobar el comentario de los pastores, de que más tarde pudimos dar fe, pues en efecto, durante la noche había caído nieve.
Se reanuda la marcha en dirección sur, remontando una ladera que, ganando altura, pierde poco a poco el verdor, hasta que, al fin, la roca es lo único que se muestra; nos adentramos por el Hoyo del Agua, y a las 9,20 alcanzamos el Hoyo de los Cambrones, y en su fuente reponemos energías. Con dirección sudeste remontamos una fuerte pendiente hasta ganar el Jou Tras el Brazo, a las 10,45; se suaviza más el camino cuando marchamos por los 2.200 metros con las precauciones necesarias por las torrenteras. Ya en la falda oeste del Hoyo de Cerredo vimos al extremo opuesto, entre el Neverón de Urruello y Torre Pandida, dos grupo de rebecos. ¡Qué agilidad y rapidez en sus saltos, al trepar por la pared bajo la confusión que les infunden los dos grupos en que marchaba nuestra expedición montañera!
Son las 11,45 cuando alcanzamos la Torre de Cerredo y nos preparamos para la escalada; no es necesario encordarse, pero sí tener precauciones ante la cantidad de piedras movidas. Escasamente veinticinco minutos invertimos, y a las 12,20 anotamos en el libro del Buzón dieciséis firmas; según el guía la expedición más numerosa que ha conducido hasta la fecha. La visibilidad no es buena por la bruma que existe; pero entre los jirones de la niebla vemos al Naranjo y a Peña Vieja tan cercanos en el espacio y tan lejos en el tiempo, que obliga a andar tantas horas para salvar tan poca distancia.
Emprendemos le regreso a las 13,40 en la base de la Torre; continúa su travesía el grupo montañero, que marchan hacia el Refugio de Collado Jermoso, mientras que seis regresamos por el mismo camino: son las 15,20 cuando llegamos a la última fuente, y a las 17, 30 pisábamos Amuesa.
Descendemos un poco al cabo de nuestras fuerzas por le Collado de Amuesa, y en Bulnes son las 19,30, para llegar a Poncebos a las 21,30, después de dieciséis horas de marcha y pasados los dos mil metros de desnivel.

Relato del Capitán de Infantería del Regimiento de cazadores de Montaña nº10, ABUNDIO DIEZ CANTERO. 1952


En los Picos de Europa...en 1952...

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