Ya viene el tren para Oviedo
ya ruge la balastrera
arrastrando los vagones
de la mina buferrera.
De esta forma recibían los vecinos de la Riera al tren que desde Covadonga bajaba el mineral de las minas de Buferrera. Un tren que jamás debió desaparecer.
…No habían pasado tantos años desde que subió en aquel tren por primera vez. Fue en 1908, cuando inauguraron la línea férrea. ¡Qué acontecimiento! ¡Un tren que llegaba hasta Covadonga! Comenzaron a venir desde entonces oleadas de peregrinos de toda Asturias hasta aquella estacioncita de Arriondas. Algunos seguían subiendo a Covadonga a pie, pero por devoción y no porque no hubiera otro remedio, como antes, ya que gracias a este tren que acababa de realizar su último viaje, se llegaba hasta el Santuario con toda comodidad.
Con el paso de los años, veinticinco exactamente, se fue comprobando que la comodidad no era tanta. Y si no, que se lo preguntaran a Tomás, el maquinista, que se las veía y deseaba para poner en marcha aquella locomotora pesadota que soltaba, al arrancar, un largo chorro de humo blanco, formando una neblina caliginosa y parduzca de vapores y carbonilla, entre los viajeros se tenían que despedir casi a tientas…
A pesar de todo, a doña María le gustaba viajar en este tren. ¡Qué delicia escuchar cómo los jadeos de la locomotora se iban convirtiendo en un trac-trac monocorde mientras la boconada de vapor se diluía en tenues fumarolas grises sobre la silueta imponente de los Picos de Europa! ¡Qué maravilla contemplar, desde las ventanillas, las casas con los tejados de color ocre, el puente de piedra, las huertas, las sementeras, los prados, los caminos bordeados de castaños y las orillas fangosas del río, mientras se perdía en la lejanía el perfil de la iglesia , que el bueno de don Lino, un antigua párroco, había tardado diez años en construir!...Más bien, en empezar a construir…
Sí; realmente, se daba cuenta ahora, este pequeño tren de vapor de la Compañía Angloespañola que transportaba manganeso desde las minas de Buferrera tardaba una enormidad. Era verdad lo que comentaban los vecinos; no tenía fuelle suficiente para las cuestas y habían hecho en jubilarlo; no era más que un trenezuelo de vía estrecha sin pretensiones, una antigualla de comienzos de siglo…
De "José María Somoano en los comienzos del Opus Dei" por J.M Cejas
En la Riera...en 1933...
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