La historia, hasta fechas recientes, siempre nos había dicho, que Pedro Pidal, el vencedor del Naranjo de Bulnes, había sido el primer ganador de una medalla olímpica para España, plata para ser más exactos.
El comité olímpico internacional, nos desvela ahora, que no reconoce esa medalla lograda por la "primera escopeta de España" ya que entre otras cosas la competición de tiro al pichón, celebrada en 1900 en París, estaba enmarcada dentro de las actividades deportivas organizadas con motivo de la Exposición Universal.
Resulta paradójico que en el trascurso de la Exposición se celebrasen 163 competiciones deportivas, de las cuales muchas si se contabilizaron como olímpicas. Dice además el comité, que en la competición de tiro al pichón, disciplina en la que participó Perico, fueron varios los profesionales que apretaron el gatillo, lo que va en contra de los principios olímpicos.
Ahora que estamos en plena celebración, resulta más que curioso, ese principio del comité, en el que se dice que no se permite la participación de deportistas profesionales.
Si Pedro Pidal, estuviese entre nosotros, sería digno verle y escucharle defender su medalla parisina. Retórica no le faltaría.
El comité olímpico internacional, nos desvela ahora, que no reconoce esa medalla lograda por la "primera escopeta de España" ya que entre otras cosas la competición de tiro al pichón, celebrada en 1900 en París, estaba enmarcada dentro de las actividades deportivas organizadas con motivo de la Exposición Universal.
Resulta paradójico que en el trascurso de la Exposición se celebrasen 163 competiciones deportivas, de las cuales muchas si se contabilizaron como olímpicas. Dice además el comité, que en la competición de tiro al pichón, disciplina en la que participó Perico, fueron varios los profesionales que apretaron el gatillo, lo que va en contra de los principios olímpicos.
Ahora que estamos en plena celebración, resulta más que curioso, ese principio del comité, en el que se dice que no se permite la participación de deportistas profesionales.
Si Pedro Pidal, estuviese entre nosotros, sería digno verle y escucharle defender su medalla parisina. Retórica no le faltaría.
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